El pasado mes de septiembre hemos celebrado sus cien años de edad y sus más de setenta dedicados a vivir su consagración de vida religiosa y que han sido un ejemplo para todas sus hermanas agustinas por su dedicación a la oración, su delicadeza y generosidad espiritual a las necesidades del prójimo, siendo ejemplo para todos su entrega al trabajo común que a pesar de su debilidad corporal nunca renunció. Nuestros hermanos y hermanas siempre hemos recibido de ella un claro ejemplo de amor a Cristo y a las hermanas de su comunidad.
Gran devota
de la imagen de nuestro Señor de la Divina Misericordia al que rezaba
diariamente y cuya imagen veneró durante los meses que estuvo en el Convento de
las Descalzas. Su devoción al Señor se vería recompensada con su asombrosa
recuperación de una crítica situación vital
el día en que recién bendecida la Imagen de Nuestro Padre Jesús entró en
la Iglesia Conventual.
En los momentos difíciles de nuestra
Fraternidad siempre hemos contado con su oración confiada. Ahora con esa misma
fe y confianza en la Misericordia Divina nos dirigimos a María para que
acompañe el peregrinar de su alma hasta la gloria imperecedera.